No me falles
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Introducción

Una historia real e inquietante sobre los hechos acontecidos hace dos años. La cruda realidad hecha pedazos. Con tus comentarios y tus ideas puedes cambiar el curso de la historia. Todo lo que aquí se cuente y ocurra es cierto, tan solo depende de tí , de hasta dónde estés dispuesto a investigar, para saber lo que ocurrió realmente.

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La peor de todas tus pesadillas comienza cuando un error del pasado llega hasta el punto en que termina cuando tus amigos empiezan a morir.

M de "Muerte" - Capítulo 13

martes, 23 de noviembre de 2010

Identificar nuestras emociones, a veces es imprescindible; porque si no las percibimos, seremos prisioneros de ellas durante toda la vida. Aunque en algunas personas; como por ejemplo Celia, resulta muy complicado lograr detectarlas.

Me pasé horas llamando a Sofía para comprobar si había averiguado la identidad del director de Hypnos, pero fue imposible localizarla. En aquel momento tan sólo deseaba que no le hubiera ocurrido nada malo. Antes de acudir al museo de arte con César para verificar de quién era ese dichoso cuadro, pensé que lo más humano sería visitar a Celia, puesto que no le había visto tras su rescate en el hospital de Neón.

Al llamar a la puerta, me encontré con alguien que no esperaba ; Joaquín. Para mí, él era un amigo-adversario desde la infancia, ya que siempre aprovechaba la ocasión para ridiculizarme ante los demás y quedar por encima mía.

A Joaquín le irritaba que yo investigara la desaparición del niño, porque pensaba que eso dañaría aún más a su amiga. La última vez que nos vimos, me pidió perdón por su actitud; ahora sin embargo había regresado su comportamiento hostil.

- Joaquín: ¿Qué quieres? – Apareció serio y enfadado-

- Ricardo: Sólo he venido a visitar a Celia.

- Joaquín: ¿Para qué? ¿Para comprobar que esté bien? Celia estaría mejor si no la enturbiarais tú y los demás con vuestras acciones. Parece que no llegáis a entender que su estado es muy delicado para que encima andéis jugando a juegos de detectives. – Joaquín explotó –

- Ricardo: Gracias a esos “juegos de detectives”, como tú los llamas, mis padres murieron. – En un instante me revelé –

- Joaquín: ¿Y qué pasa? ¿ Acaso quieres seguir el mismo camino que ellos?


Aquello me enfureció. Joaquín supo que se había pasado de la raya; lo noté en sus ojos. Sosteniendo una mirada acusadora, empujé la puerta y fui directo al cuarto de Celia.

Al entrar en la casa, escuché sonar el grifo de la ducha, que me indicaba que su madre estaba en la vivienda y que había sido ella quien dejó entrar a Joaquín.

Joaquín me siguió los pasos en silencio. Al entrar en la habitación de Celia, me la encontré con una mirada perdida, como de costumbre. Seguramente Antonio Velázquez se había encargado de que su estado empeorase. Estaba sentada. Me agaché hasta llegar a su altura y le acaricié el pelo.

- Ricardo: Celia... – Susurré –

- Joaquín: Ricardo, por mucho que te empeñes en que hable, es prácticamente imposible que pueda curarse.

Celia reaccionó ante mi presencia. Sus pupilas se dilataron y empezó a temblar.

- Ricardo: ¡Celia!, Celia soy yo, Ricardo. ¿Puedes reconocerme?

Estaba tan emocionado que se me saltaron las lágrimas. No sabía por qué razón, Celia daba señales de estar despierta ante mi presencia.

- Celia: Todo fue culpa de Hypnos. Yo no fui. Yo no maté a mi hermano.

Hypnos... Me quedé paralizado. No sé cómo ni por qué, pero Celia conocía la existencia de esa organización, y además reconocía que era la culpable de la muerte de su hermano. ¡No! Quizás todo tiene más sentido de lo que parece, quizás todo estuviera relacionado. Si era cierto que Antonio Velázquez era la fuente que obligó, junto al director de Hypnos, a que Rodolfo y Gustavo hicieran su papel, todo tenía bastante lógica. ¿Jonathan está muerto? Me negaba a pensar esa idea; pero en el fondo admitía que la probabilidad era bastante alta de que así fuese.

Celia debió notar el terror en mi mirada, porque tras pronunciar esa frase, volvió a su estado original.

- Joaquín: Pobrecita, no sabe lo que dice...

Estuve a punto de contestar a Joaquín cuando la madre de Celia apareció.

- ¡Hombre Celia! , ha llegado otro de tus amiguitos.
Estaba irreconocible. Una mascarilla verde para la piel le embadurnaba la cara. Justo me iba a levantar para marcharme, cuando me quedé fijamente mirando a la cara de Esperanza. Al centrar mi atención, ella se puso nerviosa. Los pendientes que llevaba en la oreja eran idénticos al que encontré en el jardín durante el cumpleaños de Nacho.


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Anna se sentía destrozada. Debería estar contenta por haber logrado salvar a su amiga de aquel hombre tan enfermo, y de que la operación rescate hubiera tenido éxito; pero no; la autoestima de Anna durante toda su vida estaba pendiente de un hilo.

Por mucho que la gente le dijera lo guapa que era , o admirara su personalidad, ella siempre se veía mal a sí misma. Por eso Anna necesitaba el amor de los hombres, para completar esa parte de su personalidad que quedaba vacía: la vanidad.

Sentía que había traicionado a Ricardo cuando se enteró de su infidelidad con David, pero él había despertado sentimientos en ella, como ningún otro hombre antes lo había hecho.

Pasado el medio día, le dieron el alta a David en urgencias tras el altercado sufrido en el Hospital de Neón y Anna le acompañó hasta su casa, donde compartía piso con Nacho.

- David: Gracias por acompañarme Anna, ahora necesito descansar un poco.

- Anna: ¿Seguro que no prefieres quedarte conmigo?

- David: No Anna, estoy bien. – David seguía con la mirada perdida –

- Anna: Ya se lo que te ocurre... ¿Aún sigues dando vueltas a lo del año pasado no?

David se alteró y recuperó su atención.

- David: Calla Anna, no quiero hablar de ese tema. Ya se lo dije a Nacho el otro día. Confié en ti para contártelo porque estaba tremendamente preocupado, pero jamás se me va a olvidar si no paras de recordármelo.

- Anna: Vamos David, no puedes culparte por lo que sucedió. Fue un trabajo que aceptó Nacho y tú ibas con él en esa furgoneta.

- David: ¿!Pero es que no te das cuenta!? Llevamos a una persona en esa furgoneta sin saberlo, ¿No te das cuenta de que aquel individuo podría ser Jonathan Velázquez?

- Anna: Ni hablar. No digas tonterías; el hecho de que fuera de baja estatura no significa que fuera un niño; y ya te digo que por horario, es imposible que fuera él. Jonathan estaba con Celia en ese momento.

- David: ¿Y quién te dice a ti que Celia no dejara de hablar precisamente por lo que hicimos nosotros?¿Por qué vio como mataban a aquella personita?

Anna intentó calmar a David y le abrazó.

- Anna: Tranquilo David, no tienes nada que temer. Tú no eres una mala persona y yo siempre voy a estar a tu lado.

Entonces se arrimó a su boca y le besó , pillando a David por sorpresa. Aunque lamentablemente esos besos no eran correspondidos y David apartó su labios.

Anna: ¿Qué ocurre? Pensaba que te seguía gustando.

David: Lo siento Anna, pero estoy saliendo con otra persona.

Anna: ¿Otra? ¿Qué otra? – Anna estaba ofuscada por los celos –

David: Esperanza Velázquez – confesó –

Anna no daba crédito a lo que acababa de escuchar.

Anna: ¿Esperanza? Por dios, pero, ¿Qué has podido ver en esa vieja?

Aquel comentario hizo que se despertara el demonio que habitaba dentro de David. Empujó a Anna con todas sus fuerzas, y esta resbaló y tropezó justo con la mesa que tenía detrás de ella.

David: ¡No se te ocurra hablar así de Esperanza! ¡Porque una puta niñata como tú, no le llega ni a la punta de sus tacones!

Eso le dolió mucho a Anna. Jamás había visto a David en aquél estado; no le reconocía. Salió corriendo de su casa, mientras que las lágrimas se derramaban por sus mejillas.

Estaba claro. Francamente Anna tenía la autoestima muy baja, y la única persona que le hacía sentir especial le había defraudado. ¿Acaso pedía mucho? Un piropo de vez en cuando, o un halago. ¿Tan difícil era eso de conseguir? Parece que si, Anna tenía que soportar como todo el mundo se echaba elogios entre sí, sin que ninguno recayera sobre ella. Ahora, en este momento, se empezó a sentir vacía y sola, y empezó a comprender que el corazón no muere cuando deja de latir; sino cuando los latidos dejan de tener sentido.

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La encargada de mantener y salvaguardar la salud de Celia, era Esperanza Velázquez. Ella se dio cuenta de inmediato de que Ricardo había reparado en los pendientes que llevaba. Se daría cuenta tarde o temprano de que era aquella mujer quien espiaba detrás de los arbustos aquel día.

En esos momentos se distraía peinando a Celia en su habitación.

- Voy a prepararte la cena, cariño; te pongo tu película favorita para que la veas mientras tanto, ¿vale?

Debía ser una de las pocas casas que seguía utilizando reproductor de cintas de video. Escogió entre la fila de películas, “Los Goonies”, ya que era la preferida de Celia desde que era pequeñita. La extrajo de la carátula y la introdujo en el aparato.

PLAY. En la pantalla se podían apreciar las primeras imágenes de la película.

- Bueno Celia, enseguida estoy contigo

Lo que esa mujer no se podía imaginar , es que la cinta de video fuera a proyectar una película que no era apta para todos los públicos precisamente. A los pocos minutos de duración, cuando Esperanza se marchó de la habitación, el escenario se transformó en otro bien diferente; eran imágenes de Esperanza y David en pleno acto sexual. Obviamente era evidente que ni tanto uno como el otro eran conscientes de que estaban siendo grabados.

Su madre y su enamorado. La traición desde lo más intimo. Estas imágenes traspasaron la retina de Celia y llegaron hasta su cerebro produciendo un cambio notable en su estabilidad.

Ahora, de repente, recordaba con claridad todo lo que pasó aquel día, ahora sabía explicar a la perfección lo que le ocurrió a su hermano.

Ahora Celia estaba consciente y era el momento de contarlo todo.

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El museo de Arte de la Cabrera se ubicaba en un edificio histórico situado en el casco antiguo de la ciudad de Cádiz. Se compone por el palacio de la marquesa de Andalucía y su capilla anexa, construidas ambas en 1676.

El espacio habilitado en esa capilla anexa como museo, dejó aproximadamente 1500 metros cuadrados de superficie expositiva. Este es el lugar dedicado tradicionalmente a las exposiciones temporales contemporáneas , mientras que el resto de las plantas y huecos del museo albergan la colección permanente de obras barrocas.

En los últimos años, la especialización de las exposiciones temporales del museo en escultura e instalaciones se ha ido abriendo a nuevas formas artísticas —pintura, fotografía, obra gráfica—, por lo que varias veces al año se descuelga parte de la colección permanente para albergar estas muestras que no tienen cabida en el peculiar espacio que la capilla propone.

Según íbamos llegando al museo, fui contandole a César todo lo que había pasado en casa de Celia. Celia sabía de la existencia de Hypnos y lo culpaba de la muerte de su hermano. No solo eso, Esperanza Velázquez era la persona que había estado espiándole cuando hablaba con Ángel Salvador en el cumpleaños de Nacho. Perdió su pendiente mientras me escuchaba ¿ Pero por qué? Había muchos interrogantes que aún no comprendía.

- Ya hemos llegado. Ahora podremos saber quién pintó ese cuadro.
- Espero que todo esto se aclare pronto, César – contesté –

Pasamos por pasillos y salas interminables llenas de arte moderno, hasta que César me guió a la obra que buscábamos. Era una copia idéntica a la que me había mostrado aquel niño en la playa, pero con un tono rojizo. En ese instante pasó por nuestro lado uno de los guías del museo.

- ¿Os puedo ayudar en algo?

- Si , - le dije - . Quería saber quién es el autor de este cuadro, porque no reconozco su firma.

- ¡Claro! , cómo no. Es un cuadro muy especial, porque no es muy normal tener la obra de un político entre nuestras colecciones. Pero es que el Sr. Antonio Velázquez aparte de dedicarse a la política, es un extraordinario pintor. Es una pena que acabara en la cárcel, parecía un buen hombre. Además hay que entender por todo lo que ha pasado con la desaparición de su hijo.

Así que esa era la verdadera identidad del cuadro: Antonio Velázquez. César y yo nos quedamos perplejos por lo que acabábamos de descubrir. Fuera quien fuese ese niño, me había dejado un cuadro en la playa señalándo hacia Antonio Velázquez; pero entonces ¿por qué la frase que había escrito en el suelo de la playa decía “no te fíes de ella”?, no tenía ningún sentido. ¿Me estaría advirtiendo sobre su madre? Eso aún tenía menos sentido.

El guía al ver que no contestábamos, siguió hablando:

- Lo cierto es que es un cuadro bastante peculiar. No sólo por el hecho de que pintó uno similar, pero de un color azul; sino porque este cuadro además posee en su interior una lámpara que proyecta luz, de hecho ese señor tuvo especial interés en situar el cuadro justo aquí, y no entiendo por qué.

Mi primer instinto fue mirar por la ventana hacia la que estaba orientado el cuadro. Justo delante del cuadro se encontraba todo el paseo marítimo y las urbanizaciones de Albagranera. ¿Hacia dónde enfocaría esa luz?

- Disculpe señor. ¿Pero no lo podría encender para apreciarlo mejor? Estoy muy interesado en comprar el cuadro.

- Eso es imposible. El cuadro ya está vendido; de hecho su actual comprador tiene el mando que acciona esa luz.

Necesitaba saber a dónde dirigía esa luz. Podía ser fundamental en todo esto.

- ¿Sabe quien lo ha comprado? Me gustaría discutir con él y hacerle una contraoferta.

- No tengo la menor idea. Lo único que dejó es un teléfono fijo de contacto, si quiere se lo puedo facilitar para que lo hable con él.

- Estupendo, gracias.

Después de aquello, al salir del museo, César y yo marcamos ese número unas doce veces, pero nadie contestó. Entonces fue cuando me acordé que tenía un amigo policía: Nacho. Seguramente, él podría localizar el domicilio exacto al que correspondía aquel número de teléfono.

Tenía que hacerme con ese cuadro al precio que fuese. Puede que la vida de Jonathan Velázquez dependiera de ello. ¿Señalaría ese cuadro su paradero? ¿Pondría esa luz fin a todos nuestros problemas? Faltaba muy poco para descubrirlo.

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Puré de patatas y merluza con guisantes. La vida siempre parece tan sencilla que resulta curioso cómo hay ocasiones en las que se puede volver tan complicada. Esperanza Velázquez realmente era de las que pensaba que nadie lo pasaba tan mal como ella. Quería tener preparada la cena cuanto antes para que así Celia pudiera descansar. Ella se había dado cuenta inmediatamente, que Ricardo llegó mucho mas lejos de lo que se imaginaba. Era tan parecido a su padre...

Conforme sacó la merluza del horno y la acompañó con la guarnición, se dio la vuelta para colocar los platos en la barra americana situada a sus espaldas. Esos platos jamás llegaron a tocar la superficie. Se rompieron en mil pedazos cuando se estrellaron contra el suelo.

- Celia, hija mia...

Celia permanecía de pie justo detrás de la barra americana. ¡Se había levantado! ¡Estaba consciente! Ahora era el momento de la verdad; el momento de saberlo todo. Esperanza Velázquez ajena al desastre que acababa de provocar por el suelo, rodeó apresurada la barra para abrazar a su hija con todas sus fuerzas.

- ¡Celia, mi vida! ¡Te has despertado!

- Hola, mama

- Celia... ¿Qué es lo que te pasó? Tengo... tengo tantas preguntas que hacerte... Llevo un año desesperada buscando el paradero de tu hermano y sólo tú fuiste la única que lo vio con vida.

- Lo se, yo se dónde está Jonathan – Celia tenía una actitud muy fría, seguramente condicionada por el trance del que acababa de salir –
Esperanza por primera vez en su vida, palpaba la esperanza.

- ¿Dónde está ,Celia? ¿Dónde está tu hermano?

- Si quieres puedo llevarte con él, mama. Nada me haría más feliz en el mundo.
Esperanza estaba emocionada hasta el punto de saltársele las lágrimas.

- ¡Oh! ¡Claro que sí hija mía! Quiero encontrar a Jonathan más que nadie en esta vida.

Esperanza vio una sonrisa en la cara de Celia; pero cuando se dio cuenta de que no era una sonrisa de felicidad sino de venganza, sus esperanzas se desvanecieron en el acto, porque se dio cuenta de que ya era demasiado tarde. Celia había clavado justo debajo de sus costillas, el cuchillo de cocina que su madre utilizó para hacerle la cena.

- No hay nada que más te merezcas mama, que estar tan muerta como mi hermano.

Antes de morir, Esperanza mostraba la expresión del horror. Estaba totalmente equivocada. Aún no le había pasado lo peor, puesto que no hay nada más dramático que morir asesinada por tu propia hija. Celia, en cambio, al darse cuenta del tremendo error que acababa de cometer, soltó las manos del cuchillo dejando que el cuerpo sin vida de Esperanza se desplomara . Fue entonces cuando comenzó a llorar.

La muerte, puede dar contigo mucho antes de que te des cuenta. Puedes esperarla durante mucho tiempo, o puedes desearla con ansia para que termine de una vez por todas ese capítulo de tu vida que ya no puedes soportar.

Hay muertes de sentimiento que hacen que abras los ojos y te desengañes con un amor no correspondido; sin embargo la peor de todas ellas, sin duda, es la que viene provocada por la persona en las que más confías.

L de "Luz" - Capítulo 12

lunes, 15 de noviembre de 2010

Como hemos podido comprobar, nuestro proceder a nivel personal también está afectado por una dualidad, pues muchas veces, a pesar de todos nuestros esfuerzos por actuar “bien” y mantener la alegría y la esperanza, terminamos actuando de la forma contraria atrayendo sufrimiento a nuestra vida ... y es que nuestras acciones pueden ir desde lo que constituye el AMOR al prójimo y a nosotros mismos, hasta lo que podríamos llamar el total DESAMOR

Lo positivo de esto, es que siempre tenemos la posibilidad de ELEGIR cual de nuestras dos “caras” será la que predomine en nuestra vida y por lo tanto QUÉ imagen será la que los demás se formen de nosotros (algo sumamente importante para saber si somos en verdad personas COHERENTES y AUTENTICAS).

Y es que una cosa es SER y otra muy distinta PARECER y aunque aún en esto cada cual es libre de tomar sus propias decisiones, pienso que quien se comporta de forma “transparente; con luz” (sin máscaras que escondan sus defectos o muestren “virtudes” que NO se tiene) , asegura que su vida fluya libremente, sin malos entendidos, desavenencias o “cosas ocultas”.

Pensé que no era muy apropiado acudir a Hypnos junto a Sofía, ya que seguramente ella, al haber estado trabajando allí, podría conseguir mucha más información que yo. No me extrañé cuando más tarde Sofía me contó que fue idea suya lo de denunciarme por malos tratos para que no corriera peligro, ya que Gustavo al haber estado de su lado había terminado asesinado. Si queríamos seguir con vida, no deberían descubrir que colaborábamos juntos.

Todavía no salía de mi asombro. El amor de David hacia Celia era totalmente fingido; si estaba cuidando de ella , era porque mantenía una relación con su madre, Esperanza Velázquez. No podía entender como David era capaz de hacer algo de ese calibre, aunque mucho más me sorprendía de su propia madre. No debe ser fácil haber superado lo de sus hijos, y el maltrato de Antonio Velázquez, pero eso tampoco le daba derecho a engañar a su hija con la persona de la que estuvo enamorada en su propia cara.

Lo que sí es cierto, es que si Antonio Velázquez colaboraba con un socio, estaba claro que David no era; porque en ese caso, no hubiera estado a punto de matarlo. Tendría que ser otra persona, ¿Pero quién?, David era un traidor, pero dudaba mucho que fuera capaz de hacer daño a alguien.

Toqué el timbre. César me había llamado antes de salir del hospital. Estoy seguro que le ocurría algo, porque siempre reconocía cuando le pasaba algo por el tono de voz que empleaba. Cuando me abrió las puertas de su casa, tenía los ojos llorosos, seguramente de una larga tarde de lágrimas.

Al poco tiempo de verme me abrazó y rompió a llorar. Dejé mi mochila y el libro que traía en la mano encima del mueble de la entrada.

- ¿Qué te ocurre César? – me alarmé -

- Acaban de detectar a Diego, cáncer de esófago.

- ¿¿¿Qué???

Diego era el exnovio de César y ahora se estaban replanteando el volver a intentarlo. César estaba realmente triste.

- ¿ Cómo te has enterado? – pregunté –

- Empezó a dolerle todo el cuerpo y me pidió que le acompañara al médico. Le han estado haciendo pruebas y se lo acaban de decir. Me ha pedido que me aleje de él mientras tanto, ya que los médicos le han dicho que dudan mucho que se recupere.

- No sabes cuánto lo siento César.

- No pasa nada, estoy bien. Confío en que se curará, Diego es muy fuerte. Lo que verdaderamente me duele es que quiera pasar este trago él sólo. No me deja estar a su lado.

- Bueno tu tienes que insistir si verdaderamente te importa. ¿Te has enterado de lo de David?

- Si, Nacho estuvo antes aquí y me lo contó todo. Alucino con lo enfermo que está ese hombre. Podría haber cometido una barbaridad.

Aunque pareciera cierta ironía, Nacho se mostraba tan amigo de César como de su íntimo e inseparable amigo David, aunque entre ellos dos no existiera muy buena relación.

César aparcó durante unos instantes el tema de su novio, y se distrajo sujetando el libro que acababa de dejar en la entrada.

- ¡Vaya! , “Naturaleza muerta” de Douglas Preston y Lincoln Child. Hace tiempo que llevo queriendo leer este libro. Me encantan esos autores.

- Te lo prestaré encantado en cuanto lo termine.

Al pasar las páginas, César se detuvo en el marcador que usaba para señalar por dónde iba leyendo; era la foto que encontré en la playa cuando creí ver a Jonathan Velázquez mientras hacía footing. Una imagen que mostraba unas manos sujetando una paloma.

Esa paloma como os conté anteriormente, estaba iluminada por una luz que salía desde el interior de un corazón situado encima de ella. La foto acompañaba a una frase:

“Solo algo verdadero puede atravesar un corazón, cuando todo está escondido en un profundo sentimiento”

- Vaya, que extraño... – César reaccionó al ver la foto –

- ¿ Sabes lo que es? ¿ Reconoces esa imagen?

- Claro, es un cuadro de arte cuya pareja está expuesta en el museo contemporáneo de Cádiz.

- ¿Su pareja?

- Si, cuando fui hace meses al museo con Diego; el guía nos contó que esta obra de arte alternativo, fue pintada por su autor junto a otra muy similar. Lo que ocurre es que la que está en el museo es de color rojizo; mientras que esta tiene un matiz azulón, y es en teoría la que se quedó el autor; ya que la otra la donó al museo.

No daba crédito a lo que pasaba. Ese niño que se parecía tanto a Jonathan Velázquez, me había dejado una foto de ese cuadro a propósito, ¿Pero para qué? no lo veía claro; ¿Estaría ese cuadro relacionado con la desaparición de Jonathan? ¿Querrían tratar de comunicarme algo? Todo aquello era una locura.

- ¿Qué pasa Ricardo? ¿ Qué es lo que ocurre?

Entonces fue cuando aproveché para contarle a mi mejor amigo, todo lo que había pasado durante los últimos días. Desde la existencia de Sofía, Gustavo y Rodolfo Pastaso; hasta cómo estaba relacionada la desaparición de Jonathan con la muerte de mis padres. Incluso le conté que David me había desvelado su affaire con Anna y le mostré las fotos que descubrí de este con la madre de Celia.

Los ojos de Cesar se abrían por el asombro en cada segundo que me adentraba en la historia.

- ¿ Cómo no me habías contado esto antes?

- Dijiste que no querías saber nada del asunto

- Lo siento Ricardo. Eres una de las personas que más aprecio tengo, y quiero que sepas que a partir de ahora puedes contar conmigo .

- Te lo agradezco César; eres un gran apoyo para mí. Ahora sólo espero que Sofía haya descubierto quién es el director de Hypnos. Debes guardarme este secreto, ya que si no, todos estamos en peligro.

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En lo único que pensaba Sofía, era en rezar para que no le ocurriera nada. Si era cierto que el director de Hypnos estaba detrás de todo esto, seguramente no fuera muy apropiado que él supiera que lo sabía. Antes de llegar a la organización, Sofía hizo una visita para devolver un objeto que no le pertenecía.

Hacía mucho tiempo que Sofía no pasaba por Hypnos. Era un local en la localidad de Rota, metido en una estrecha callejuela. Lo que más destacaba en su fachada, era una pirámide con un ojo en su interior. Ese era el símbolo de Hypnos; que simbolizaba la ascensión hacia el saber y la inteligencia. En una antigua tribu inca, ese símbolo indicaba que nuestra vida es una ascensión por esa pirámide, y que cuanto más arriba estás de esa pirámide, más conocimiento tienes. Hasta que llega un punto que estás justo en el pico, y se invierte la pirámide; que es justo cuando empiezas a dedicarte, en vez de a ti, al resto de la humanidad.

Una parábola muy bonita; pero la realidad era otra. Bajó por las escaleras desde la entrada y se encontró con una sala llena de sillas y una pantalla con un proyector apuntando hacia ella. La sala se encontraba vacía; pero la chica que hacía de recepcionista se encontraba justo detrás de las sillas, en una mesa independiente.

- Hola, ¿Puedo ayudarte en algo?

- Bueno, quería hablar con un viejo amigo; el director de Hypnos – mintió –

- Pues has tenido suerte. – la chica sonrió – Ahora mismo le puedes encontrar en la planta de abajo.

- Gracias

Menuda suerte. Por fin iba a saber, de quíén se trataba ese misterioso personaje; ya que Gustavo, antes de morir, dijo que conocía a Sofía.

Cuando bajó otra planta más y estuvo situada delante de la puerta del despacho de dirección, dudó antes de llamar, hasta que después de unos segundos se decidió a hacerlo.

Para su sorpresa, fue a Gigi quién se encontró tras la puerta. Gigi había sido compañero de Sofía mientras trabajó en Hypnos; era un chico jovencito, de 22 años y con un marcado acento italiano. No podía creerse que ese niño hubiera tomado las riendas de Hypnos y mucho menos que fuera un asesino.


- ¡Sofía! ¡Cuánto tiempo sin verte! Estás tan guapa como siempre – me abrazó - ¿a que se debe esta visita?

En ese momento Sofía se quedó muda sin saber qué decir.

- Hola Gigi, vaya... no sabía que eras el nuevo director de Hypnos.

- Bueno, lo soy desde hace un año. El antiguo director se dedicaba a asuntos más comprometidos, pero desde que le afectó tanto la desaparición del niño de los altramuces, perdió los estribos, y se empezó a comportar de forma violenta, tomando la decisión de pedir la baja voluntaria para cederme su puesto.

Sofía suspiró. Se alegraba de que Gigi no fuera el que estuviera detrás de todo esto.
¿Perder los estribos? ¿Comportarse de forma violenta? Eso le sonaba; Antonio Velázquez.

- Gigi, precisamente es a él a quien estaba buscando. ¿Tienes alguna forma de localizarle?

Gigi cambió su expresión y se volvió más seria:

- Ni lo sueñes. Eso es información privada de la organización. Olvídalo Sofía. Además, te aconsejo que te mantengas alejada de ese hombre; si sigue en el mismo estado desde la última vez que lo vi, sería muy peligroso mantener contacto con alguien así. De todas formas... ¿Sigues soltera?, si te apetece podemos quedar un día y cenamos juntos.

Más que como un piropo, Sofía se lo tomó como una ofensa.

Subió de nuevo enfadada las escaleras. Gigi empezó a llamarle a voces, pero ella no paró. Le conocía; sabía que cuando se negaba a algo , era firme en sus ideas. Tendría que recurrir a otras tácticas. La chica de recepción, permanecía en la misma posición en que la dejó.

- ¿Ya habló con él señorita?

- Em... si. Ah, se me olvidaba, me ha dicho que pases por su despacho.

- ¡Ah! Bien, ahora mismo voy.

Hizo que se creyera que se había marchado, simulando subidas de escalón hacia la salida, pero en cuanto la chica se alejó de la recepción corrió hacia el archivo, y encontró la carpeta de dirección de Hypnos hasta que obtuvo la del antiguo director. Era una ficha personal con todos sus datos personales. Pero el teléfono no le interesaba; lo único que quería es saber dónde vivía; c/alameda 39 , y su nombre; Ángel Salvador.

Sofía se quedó pensativa; ¿De qué le sonaba tanto ese hombre?. Entonces cayó ..., Ella no conocía personalmente a ese hombre; pero Gustavo le había dicho que robara el fax que ese hombre dio a Ricardo, la única prueba que demostraba que Alfonso Mairén había mantenido contacto con él. Sofía no podía creerse que el asesino de Gustavo fuera quien había ayudado a Ricardo y a su padre.


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Esperanza Velázquez, jamás se pudo imaginar que fuera a cambiar drásticamente su forma de pensar, únicamente por contemplar una imagen. Su vida ya no es lo que era hace unos años. De ser una hermosa y alegre señorita, había pasado a formarse como una mujer atormentada y depresiva, con ansias de venganza. Entregó todo su amor por Antonio Velázquez, y lo único que obtuvo de él, fueron las numerosas palizas que le propinaba. Ahora tenía que soportar verle acompañado de esa mujer; pero gracias a Esperanza, la cárcel iba a poner barreras para que Antonio no pudiera establecer ningún vínculo con otra mujer que no fuera ella.

¿Cómo iba Esperanza a pensarse que iba a estar durante este último año atendiendo y cuidando a la hija de ese hombre? Aquella niña , había demostrado un odio visceral hacia ella sin ninguna clase de motivo; por eso tenía tantos celos de Jonathan cuando nació. Era una niña caprichosa, y estaba siempre queriendo ser el punto de atención. Lo que no se podría imaginar, es que su padre acabaría odiándola y comparándola con la peor de las escorias.

En aquel momento, lo único que deseaba Esperanza es que su hijastra recuperara de nuevo la razón y volviera a hablar; sólo ella sabía lo que había pasado el día en que su hijo desapareció. Había ya perdido toda esperanza de descubrir dónde se encontraba ese niño por parte de Antonio, pero Esperanza sabía, que lograría obtener a fin de cuentas todo lo que se proponía.

Acababa de acostar en la cama a Celia para que durmiera un rato, cuando el timbre de la puerta sonó. Cuando puso el ojo en la mirilla, vio a una vecina tras la puerta, y sin dudarlo abrió.

- ¿Esperanza? Hola, es que vine de comprar hace un rato y una chica me dio este paquete para que te lo entregara, ya que pensaba que no estabas en casa.

- ¿Una chica? – se extrañó –

Esperanza recibió con cortesía el paquete, cerró la puerta y dirigiéndose al interior de su vivienda extrajo del paquete un papel sujeto en la parte superior de la caja. Era una carta:


“Hola Esperanza. Es la primera vez que me dirijo a ti, pero sinceramente creo que no tiene mucho sentido que lo hagamos cara a cara, puesto que los últimos acontecimientos no es que lo favorezcan. Sólo quiero decirte que he salido de la vida de Antonio para siempre; y... no se tú, pero creo que es una persona muy peligrosa y que nadie debería tenerle cerca. Se como te sientes o te has sentido, ya que yo también he tenido que sufrir el maltrato físico y psíquico al que somete a las mujeres. Únicamente quiero pedirte perdón, por si te he causado algún daño; gracias, por haber hecho que ese hombre esté entre rejas,; y adios, porque te garantizo que esta será la última vez que volveremos a tener contacto. Esto que aquí te envío te pertenece; no son más que recuerdos, pero cuando hay recuerdos malos y buenos, siempre tenemos que quedarnos con la mejor parte. Espero que seas muy feliz. Sofía”

- ¿Qué sabes como me siento? No tienes ni idea de cuales son mis sentimientos, Sofía. – Esperanza meditó en voz alta –

Reconoció la cámara fotográfica de inmediato. Era la cámara con la que Antonio y ella recogían sus mejores imágenes, y podía imaginarse lo que iba a encontrar en ella.

Esperanza Velázquez hizo sus preparativos. Puso el vinilo de la mejor ópera del mundo, Nessum Dorma, cantada por Sarah Brigtman; precisamente la que estáis escuchando en el blog. Abrió una botella de Château Pretus, se lo sirvió en una copa de vino y se sentó en su sillón favorito.

Se tiró viendo las fotos que había guardadas en la memoria de la cámara, (ya que no tenía tarjeta de memoria), durante prácticamente toda la pieza musical. Recordaba los momentos en que fue feliz con Antonio. Las fotos mostraban imágenes de ellos dos besándose en la cama en posturas muy eróticas. Cuando estuvo a punto de soltar una lágrima, la realidad le golpeó su conciencia. Los latidos empezaron a acelerarse y Esperanza empezó a pasar rápidamente las fotos nerviosa; hasta que se detuvo en una, que mostraba los pechos de la mujer, y Antonio detrás suya besándole el cuello.

Esperanza dejó la cámara en el sofa y cogió el teléfono inalámbrico. Después de marcar, habló:

- Hola, soy yo. Necesito que me hagas un favor...

Esperanza colgó el teléfono y no tardó mucho en coger la botella de vino y estallarla con toda su fuerza en el borde de la mesa.

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Realmente ELLA había pensado que los últimos acontecimientos no se trataban de una mera coincidencia. Ese ferviente interés por parte de los amigos de Celia en sacarla del psiquiátrico, esa desviada personalidad que había adquirido Antonio Velázquez, y lo más sorprendente de todo; el asesinato de Gustavo, hacía que todo aquello le descolocase.

Precisamente ese hecho era el que más inquietaba a ELLA. Gustavo llevaba mucho tiempo persiguiendo el rastro de Jonathan Velázquez y lo único que obtuvo fue la muerte, de igual o peor forma que los padres de Ricardo. Pero todo ya había cambiado, porque al principio lo hacían parecer un accidente, y ahora se trataba de un homicidio a sangre fría.

Todavía se acordaba de la última conversación que tuvo en el parque con EL. Hablaron de Ricardo y de lo peligroso que sería que siguiera las investigaciones de su padre después de un año. Lo que ELLA no podía imaginarse, es que Antonio Velázquez colaborara con alguien para que le ayudara en sus sucias tareas, y, mucho se temía que fuera precisamente EL su ayudante, ya que el asesinato de Gustavo ocurrió durante el sacrificio de sangre de los hijos de Caín, donde ELLA sabía que pertenecía.


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Sofía se lo pensó dos veces antes de llamar a Ricardo Mairén y contarle que el abogado que le estaba ayudando, era el asesino de Gustavo y puede que de sus propios padres. No podía hacerle eso a Ricardo. Sofía decidió mantenerle al margen de todo aquello cuando decidió denunciarle por malos tratos para que se alejara de toda esa locura, pero no lo consiguió; ahora era el momento de dejarlo a un lado. Ya había sufrido bastante las consecuencias para que todavía las siguiera pagando.

Sofía llegó al domicilio en el que residía Ángel Salvador; encontró la puerta del portal abierta, pero llamó tres veces para asegurarse de que no había nadie en su casa. Al entrar en aquel lúgubre portal, contempló el buzón de su piso, y comprobó que efectivamente allí residía el director de Hypnos.

Cuando salió del ascensor, repitió la operación de llamar al timbre de la puerta tres veces , y de nuevo sin éxito, no obtuvo respuesta.

Durante su etapa en Hypnos, aprendió a quebrantar con habilidad cualquier tipo de cerradura con todo tipo de maña. Gracias a ello, logró entrar en el interior de la vivienda dejando la puerta abierta a una posible huída. Intentó encender las luces mediante el interruptor; pero estaba cortada. Seguramente la vivienda llevaba tiempo sin ocuparse. Sofía recordó aquella reflexión budista que rezaba “que cada uno de vosotros sea vuestro propio refugio”, pero... ¿Qué otro refugio podría haber?.

Sofía ya contaba con ello, por lo que sacó una linterna de su bolso y la encendió. Todo estaba bastante desordenado; papeles por el suelo, chaquetas viejas arrugadas y colgadas en cualquier sitio, y mucho polvo por toda la estancia. Caminó seguida por su instinto entre la oscuridad de aquel piso y se detuvo frente a lo que parecía ser un despacho dentro del hogar.

Cuando entró en el habitáculo, alumbró a su alrededor. Colgaban diplomas en la pared condecorados a nombre de Ángel Salvador. Por algún extraño motivo, ese despacho se conservaba en mejor estado que el resto de la casa. El orden predominaba en aquella estancia y la limpieza era considerablemente más abundante .

Sofía vio algo que le llamó la atención; parecía que justo en la pared, detrás del escritorio, había unos papeles colgados. Cuando aproximó la luz de su linterna, descubrió que no se trataba de papeles; sino de fotos. Los rostros de los padres de Ricardo, seguida por los de Rodolfo Pastaso y Gustavo. Todas ellas tachadas con una cruz. Estaba tan conmocionada que no tuvo tiempo de reaccionar cuando vio que la siguiente foto era la de ella.

Las luces de toda la casa se encendieron de golpe. Sofía sufrió un ataque de pánico y salió corriendo por el pasillo directa a la salida, pero antes de llegar frenó en seco. Justo en la puerta de la entrada se encontraba Ángel Salvador mirándole fijamente.

- Hola Sofía. Te estaba esperando...

Sofía estaba acorralada y sintió que todo el mundo se le venía abajo. Es entonces cuando cayó en la cuenta de que descubrir la verdad es a veces muy peligroso, y que en algunos momentos es mejor dejar las cosas tal y como están.

- Creo que tu viaje termina aquí

Ángel Salvador cerró la puerta con llave.


Hay luces que nos enseñan el camino que debemos seguir; otras, que dejan al descubierto temores infundados desde hace tiempo; luego hay luces puras y transparentes, mientras que algunas se esconden entre las sombras; pero la peor luz de todas, es aquella que se apaga y muere para no volverse a encender jamás. Faltaba muy poco para que algunos de nuestros personajes perdieran su luz para siempre.

K de "Kamikaze" - Capítulo 11

domingo, 7 de noviembre de 2010

Hay algunos que se aferran sin miedo a algo, sin importarles el peligro que van a correr. Son aquellos que atraviesan una salida sin pudor, para conseguir algo, sin importarles lo que pueda pasar o el daño que puedan ocasionar.

La persona que llevaba la dirección de Hypnos, no se llenaba de orgullo por sus actos; puesto que lo que había conseguido durante los últimos años, no era precisamente lo que quería obtener, por ser causante de meter en aquella encrucijada a Gustavo y Rodolfo Pastaso.

Se había retirado de la dirección desde que ocurrió el caso de Albagranera, pero desde entonces se mantuvo muy cerca, con una máxima implicación . Ahora, el cargo como director de Hypnos lo tomaba Gigi; su antiguo ayudante.

Sentía una tremenda culpa por haber metido en aquel lío a Rodolfo Pastaso, ya que mostraba un enorme afecto por él, pero su muerte era necesaria para lo que vendría más adelante.

Ahora, en su domicilio se recluía, paseando de un lado para otro pensando cuál sería el próximo paso a seguir.

Tenía muchas fotos encima de su mesa, pero en la pared permanecían ya algunas colgadas. La primera era la foto conjunta de los padres de Ricardo, con una enorme cruz que los tachaba colocada sobre ellos; la segunda era de Rodolfo Pastaso que cruzaba otra cruz negra por encima suya; la tercera era la de Gustavo..., entonces cogió un boli y trazó la misma cruz que al resto.

Esa cruz indicaba la muerte. Hypnos había sido la responsable de que esas personas hubieran muerto. Entonces cogió una última foto y la colocó a continuación de la de Gustavo. Era la foto de Sofía.

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El episodio del Hospital de Neón me impactó demasiado; aunque si lo comparásemos con lo que sucedería más adelante, únicamente sería esto un cuento de hadas.

Antonio Velázquez descubrió nuestro plan, pero el resultado fue el mismo. Conseguimos alejar a Celia de las garras de aquella bestia. El gran papel en este suceso, aunque no estuvo presente, fue el de Esperanza Velázquez. Ella se decidió a contar y, sobretodo a demostrar los malos tratos que sufría por parte de su marido. Gracias a eso pudo llegar la policía justo a tiempo para impedir que Antonio Velázquez matara a David. ¿Pero por qué ese odio hacia David? ¿Por ser el cuidador oficial actual de Celia? Cristina también estuvo a punto de caerse desde un octavo piso por un descuido; lo bueno es que la policía también llegó en el momento justo para impedir que eso sucediera.

El peligro había terminado. Antonio Velázquez ya dormía en prisión y esperábamos que fuera durante mucho tiempo. Celia había vuelto a casa, y ahora sería más fácil conseguir que ella hablara. Y lo mejor de todo: Ninguno de sus amigos había resultado herido. David se encontraba en urgencias, pero al medio día le darían el alta. Pensé que el hecho de que Anna y él me hubieran engañado cuando estaba saliendo con ella, era una nimiedad comparado con todo esto, por eso pedí perdón a David allí mismo, en la cama de la habitación donde descansaba.

Por fin ese hombre enfermo había desaparecido de nuestras vidas, pero aún quedaba el interrogante más grande de todos: ¿ Dónde está Jonathan Velázquez?.

Acababa de salir de la habitación donde permanecían Anna y David. Ella también había escuchado mis disculpas hacia él, aunque se había mantenido al margen cuando nombré la infidelidad; simplemente no habló, y yo tampoco iba a tocar el tema, ya que si no fue valiente para contármelo en su día, no tenía por qué tratarlo con ella ahora.

Cuál fue mi sorpresa cuando al salir al pasillo de urgencias me encontré con Sofía. Era una imagen que ya había vivido antes. Ella llorando sentada en un banco. Sofía me inspiraba cierta ternura; aunque no se por qué, ya que me había mentido, me había denunciado por algo que no había hecho y había robado en mi domicilio y violado mi intimidad. Aún así, Sofia significó algo para mi hace algún tiempo, por lo que me acerqué a ella para averiguar lo que le pasaba. Sin mediar palabra, al verme se levantó y me abrazó con todas sus fuerzas mientras empapaba mi hombro de lágrimas.

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Antonio Velázquez caminaba por los pasillos de la cárcel. Era una prisión histórica situada justo en la entrada de El Puerto de Santa María. En el patio había una fuente de agua de pie, donde juegan y hacen sus suertes los presos, mofándose unos de otros y entreteniéndose para pasar el tiempo y desechar melancolías .

Alrededor del patio hay catorce calabozos que son aposentos, y hay otros entresuelos donde antiguamente guardaban a los presos que querían dar tormento, para que no se les hable, ni se les den remedios para su cura.

A la entrada de la cárcel, a mano izquierda, está la zona de las mujeres, con tres puertas de madera. Las dos son rejas. Dentro tienen su patio y agua de pie, capilla y enfermería, y una habitación donde reside la monja que las rige .
Tienen sus muy reñidas peleas entre sí, ya que hay mujeres valentonas y agresivas que se dedican a estafar a las presas nuevas.

Antonio tan sólo llevaba unas horas en prisión, y ya había sufrido el acoso de los presos, puesto que el Sr Velázquez era bien conocido por su puesto como político y había gente que aún le acusaba después de un año, de matar a su hijo.

Uno de los presos más valientes: El Nalo, acompañado de su séquito de víboras, dedicó unos cuantos minutos a mofarse y ridiculizar a Antonio delante de todo el mundo, y soltando improperios como; “¿Dónde has metido a tu hijo papito?”, “Pederasta”, “Maricón” y otra serie de calificativos que no agradaban mucho a aquel hombre.

De pronto uno de los guardias se dirigió a él : Antonio, tienes una visita – le dijo - ; El Sr. Velázquez no podía entender quién se había acordado de él, ya que hasta lo que alcanzaba a entender, todo el mundo sentía por aquel hombre sin exclusión, más odio que aprecio.

Cuando vio de quién se trataba, se sentó sin inmutarse en la silla a través del cristal y descolgó el teléfono para hablar a través del vidrio. No se cómo no pudo haber intuido que fuera precisamente su mujer quien había acudido a su nuevo hábitat.

Esperanza Velázquez esta vez no estaba triste; de hecho se notaba una leve sonrisa en su rostro , como si disfrutara de aquel momento. Sin hacer esperar más a su marido, descolgó el teléfono.

- Antonio: Esto sí que es una sorpresa.

- Esperanza: Sólo he venido a traerte esto. Es una carta de tu hija.

Esperanza deslizó un sobre por la rendija abierta que había entre los cristales, destinada a recibir cartas entre los enamorados. Este no era el caso; dudaba mucho que Celia en el estado que se encontraba fuera capaz de escribir ninguna carta. Cuando abrió el sobre, el mensaje en el papel estaba muy claro:

“PUEDES IRTE AL INFIERNO”

A Antonio no le sorprendió esa reacción en absoluto. Sabía que su mujer estaba enfadada, pero ella no entendía que todo lo que estaba haciendo era precisamente por el bien de Esperanza.

- Antonio: Muy conmovedor; pero para eso podrías decírmelo a la cara.


- Esperanza: No te imaginas cuánto tiempo he esperado este momento. Al final decidí dar el paso y aceptar las cosas como son. Eres un maltratador, no te imaginas el daño que has causado en mi persona, no te imaginas lo humillada que me has hecho sentir. Gracias a eso has conseguido que acabe detestando a los hombres.

- Antonio: Si, se nota. Sobre todo por lo bien que te lo pasas en la cama con tu nuevo amigo David. No se a quién pretendes engañar. Si querías hacerme daño haberme matado en vez de meterme en la cárcel. Lástima que no tengas las suficientes agallas; no te imaginas cuánto sufrimiento me habrías ahorrado.

- Esperanza: No me subestimes desgraciado, eso habría sido demasiado simple. Hay cosas mucho peores que la muerte. ¿Dónde está mi hijo Antonio?, se que tu lo sabes...

- Antonio: No se de que estás hablando. Yo no se dónde está Jonathan.

- Esperanza: ¡Mientes! ¡Se que estás mintiendo! – Esperanza se había mostrado tranquila, hasta ahora que empezaba a subir el tono - . Se perfectamente que tanto tú como tu hija sabéis lo que pasó ese día y también donde está mi hijo. ¿Dónde lo tienes maldito hijo de puta?

- Antonio: Esperanza, ¿por qué no te tranquilizas? Deberíamos darnos una segunda oportunidad, quizás..., quizás no sea tarde para volver a empezar algo de nuevo. – El Sr Velázquez había adoptado una actitud sentimental contrapuesta a la adversidad de su mujer - .

- Esperanza: ¿¿¿Contigo??? Antes prefiero pudrirme viva que volver a estar a tu lado.

Esperanza, indignada, se levantó de su sitio dispuesta a irse. Había fallado en su último intento de saber donde estaba el niño y no quería ver a aquel hombre durante más tiempo. Antonio que no se había movido de su asiento gritó desde lo lejos:

- Antonio: ¡No pierdas el tiempo! ¡Jonathan está muerto! ¡Es inútil que sigas buscando esperanzas donde no las hay!

Sin embargo la esperanza era algo que ella tenía tatuado en su nombre desde el nacimiento, y era a lo único que se podía aferrar. La señora Velázquez se paró en seco y se giró hacia su marido:

- Esperanza: En eso te equivocas Antonio. Si hay algo de lo que estoy segura, es de que mi hijo está vivo.

Esa sería la última vez que Esperanza y Antonio se volverían a ver. Antonio había mentido; él sí sabía dónde estaba el niño de Albagranera. Su vida ya no tenía sentido. Todo se había desmoronado. Celia era un verdadero peligro para todos; habría podido evitar que todo saliera mal, pero ahora el secreto acabaría descubriéndose. Él podía salir de la cárcel si quisiera, gracias a sus contactos, pero ya nada importaba, lo inevitable acabaría por suceder.

Cuando apareció en el patio , El Nalo seguía lanzando insultos hacia Antonio: ¿ Que pasa concejal? ¿Ya le has dicho a tu esposita como te follaste a tu hijito? Antonio se dirigió hacia su habitación en silencio, pero antes paró ante la celda de Brotox. Era un armario negro de casi dos metros, cabeza rapada y tan ancho como una ballena. Nadie se acercaba a él, tan sólo por el temor que suscitaba entre los presos. Antonio no tuvo miedo cuando entró en su celda.

- Brotox: ¿ Qué cojones crees que estás haciendo?

- Antonio: Necesito a alguien que me haga un favor; ¿ Por cuánto dinero estarías dispuesto a matar esta noche a un preso? .

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Tarde varios minutos en asimilar lo que me había contado Sofía. Ella reconoció haberme robado el fax pero, dice que no tiene absolutamente nada que ver con el allanamiento de morada de mi casa. Me quedé a cuadros cuando me contó que ella perteneció a Hypnos , precisamente la empresa que yo estaba siguiendo la pista y a la que pertenecía Rodolfo Pastaso. También me habló de Gustavo, de esa cierta apatía que sentía hacia mi, y de cómo fue su asesinato durante el sacrificio de sangre de los Hijos de Caín. Yo ya había contado que lo de los Hijos de Caín no eran más que una farsa, pero Gustavo y Sofía lo creyeron fervientemente y eso les llevó a equivocarse de pleno.

- Ricardo: Lo que no llego a entender es por qué atacaron a tu amigo en aquel sitio, Antonio Velázquez no pudo ser. No entiendo nada. Se supone que Antonio Velázquez es el asesino y responsable de los asesinatos.

- Sofía: ¿Pero es que no te das cuenta Ricardo? Antonio Velázquez no está solo en esto, sino que colabora con alguien que le ayuda, y creo saber quien es...
Sofía estaba muy alterada. La muerte de su amigo Gustavo le había afectado demasiado.

- Ricardo: ¿Qué estas diciendo?

- Sofía: Hay algo que aún no te he contado. Justo antes de morir; Gustavo me dijo que él estaba llevando su investigación junto al director de Hypnos. Me dijo que yo le conocía, pero no me dijo quien es.

- Ricardo: ¿Se supone que deberías conocerlo no?, ya que fue también tu jefe.

- Sofía: No, mi director era otro cuando yo trabajaba en Hypnos. Al poco tiempo de marcharme entró un nuevo director que se encargaba de hacer encargos algo sucios.

- Ricardo: ¿Y por qué me estás contando esto? ¿Crees que ese director puede saber quién contrató a Rodolfo y a Gustavo, y quién pidió ese encargo?

- Sofía: A ver Ricardo no te confundas. La fuente que pidió ese encargo está claro quien es: Antonio Velázquez. Pero lo que creo, es que el director de Hypnos quería hacer ese encargo en colaboración con esa fuente. De hecho era el único que sabía que íbamos a estar en la ceremonia anual del sacrificio de sangre.

- Ricardo: Quieres decir que...

- Sofía: Si, el nuevo director de Hypnos colabora con Antonio Velázquez, y es quien ha matado a Gustavo.

Esto no había hecho más que comenzar. Pensaba que todo el peligro había pasado con Antonio Velázquez en la cárcel, pero estaba claro que aún había un asesino suelto que andaba detrás de nosotros para que no descubriéramos nada sobre el niño de Albagranera. Juntos, se habían quitado de en medio a mis padres, a Rodolfo Pastaso y Gustavo. Como llevaba en mis brazos la chaqueta de David, mientras que aguardaba en la sala de espera, no pude evitar apretarla con furia por lo que me acababa de contar Sofía. Estaba tan cabreado que ni siquiera me percaté cuando se cayó la cartera de David de uno de los bolsillos de la chaqueta. Cuando la escuché chocar con el suelo, me agaché para recogerla. La cartera había quedado abierta, de tal forma que irremediablemente me encontré de pleno con las fotos de David y Esperanza Velázquez besándose.

Después de lo que había ocurrido en el Hospital de Neón, enterré mi hacha de guerra con David. Pero tras ver esas fotos, toda mi rabia contenida me hizo desenterrarla de nuevo y sujetarla con toda mi rabia y fuerza

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El director de Hypnos sabía que era cuestión de tiempo hasta que Sofía y Ricardo dieran con él. Había mantenido ese engaño hasta el final por su propia seguridad.

Aún quedaban algunas personas por morir asesinadas y de todas esas muertes él era el responsable. Es por eso por lo que se sentía como un kamikaze, como una persona que se lanza a su objetivo sin importarle las vidas que se lleva por delante. Una persona que es capaz de hacer y soportar todo con tal de conseguir lo que quiere. El lema de Hypnos: “Haciendo y pensando nos olvidamos siempre”, era algo que le identificaba muy bien.

Si, Ángel Salvador sabía que era muy duro llevar el cargo de director de Hypnos. Pero al final de todo un esfuerzo se obtiene su recompensa.

J de "Juramento" - Capítulo 10

lunes, 1 de noviembre de 2010

Se dice que un juramento; es una promesa o una declaración de hechos siempre y cuando se invoque o se mencione a alguien. Hay juramentos de todas clases, incluso aquellos en los cuales prometes ser un amigo fiel y al final no solo incumples tu palabra, sino que te conviertes en el peor enemigo que se puede tener.

Con este último juramento, era con el que más se identificaba EL. Tras un intento fallido por acabar con el sufrimiento de Celia, no tenía ni la más remota idea de qué hacer a continuación. Lo que sí imaginaba, es que si no hacía algo, al final todo lo que tanto trabajo había costado durante este año ocultar, se acabaría desmoronando.

Muy pronto tendría que actuar. Sabía que los amigos de Celia, estaban planeando un plan para rescatarla de aquel hospital psiquiátrico, pero EL no podía consentir que eso sucediera; ya que de ser así, todo el mundo correría un gran peligro con Celia fuera de su aislamiento.

Ahora mismo Celia, representaba un gran peligro para todos; incluso para si misma. Sobre todo para aquellos que más cerca estaban de ella. Con la llegada de ese chico: Ricardo, todo parecía complicarse mucho más. Un secreto que parecía haber sido enterrado para siempre, amenazaba con volver a resurgir de sus cenizas.

En estos momentos EL, se encontraba en paz y armonía en aquel lugar, que era el único sitio donde refugiarse y más aún en ese preciso momento. Pertenecer a ese grupo, le hacía sentirse bien consigo mismo, ya que fuera, todo se veía mucho más turbio. Le tranquilizaba el tacto de aquel traje que llevaba puesto y el aroma que se respiraba en aquel lugar; ya estaba todo a punto de comenzar.

La gente empezó a ocupar sus asientos , y el rabino inició la ceremonia. Se encontraba en la Iglesia San Juan de Letrán; en el sacrificio de sangre anual de “Los hijos de Caín”.

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Gustavo sentía que estaba apunto de llegar a la meta. El caso en el que había trabajado y que tanto le atormentó durante este año llegaba a su fin. Les contrató una fuente anónima, a él y a su socio Pastaso, para actuar frente a Alfonso Mairén, pero cuando empezaron a llegar las amenazas y las muertes, sabía que el asunto se les había escapado de las manos.

Ahora, Gustavo y su jefe, andaban detrás del misterio para hallar de una vez por todas el paradero del niño. Sofía se encargaría de ayudarles indirectamente, pero la investigación principal la llevaban ellos dos, ya que Sofía y su jefe no se conocían, puesto que cuando ella dejó la empresa aún la regentaba el anterior director.

Se encontraban no muy lejos de la Iglesia San Juan de Letrán. Quedaba muy poco para que comenzara el ritual, donde si todo encajaba, se haría el sacrificio de un niño que probablemente fuera Jonathan Velázquez.

No es que fuera muy fácil precisamente colarse dentro de la ceremonia, ya que únicamente los miembros de la hermandad podían tener acceso a aquel evento; pero afortunadamente para ellos contaban con una ventaja: Los miembros aquél día, ya irían todos vestidos con la misma indumentaria, formada por un traje negro de penitente, con un cinturón de cuerda color vino, y lo más importante de todo, una capucha acabada en punta de tal forma que lo único que quedara visible del rostro fueran los ojos.

De ese pequeño detalle , era del que se iban a aprovechar ellos dos. Dentro del coche , estaban terminándose de vestir con ese mismo “disfraz”, para mezclarse con “Los hijos de Caín” y pasar desapercibidos.

- Sofía: ¿Entonces Esperanza no sabía nada en cuanto a la relación de su marido con esa hermandad?

- Gustavo: nada, lo que sí va a conseguir es pruebas médicas que corroboran los malos tratos a los que se vio sometida después de la muerte de Jonathan.

- Sofía: Perfecto, así quizás podamos darle a ese enfermo mental lo que se merece.

- Gustavo: Hiciste muy buen trabajo, haciéndote su novia. Has sido muy valiente.

La cara de Sofía se entristeció.

- Sofía: Gustavo, yo realmente estuve enamora de Antonio. No me hice su novia para obtener información. La información la obtuve cuando a empecé a ver cosas oscuras en él, ya que cuando se iba acercando la fecha del aniversario en que su hijo murió, cambió radicalmente su forma de ser. Digamos que tanto tú, como yo, empezamos a investigar por separado, pero por razones muy distintas: yo por no saber que le estaba pasando a mi novio, y tú por el sentimiento de culpa.

- Gustavo: Jamás debería haber aceptado ese encargo. No sabes la carga psicológica que conlleva el arrastrar la muerte de los padres de Ricardo y de el Sr Pastaso.

Sofía acarició suavemente el pelo de Gustavo para tranquilizarle.

- Sofía: No es tu culpa, y lo sabes. Os tendieron una trampa y tú accediste a hacer ese trabajo únicamente por un arrebato de celos hacia Ricardo. No querías ni deseabas la muerte de sus padres.

- Gustavo: Ojalá pueda recompensar a Ricardo por el papel que me tocó hacer ese día. Por contribuir a que su padre investigara y que acabara muerto. Ojalá pudiera echar atrás el reloj para evitar que pudiera suceder.

- Sofía : - con una gran sonrisa en sus labios – Ahora tienes la oportunidad de recompensárselo. Estamos muy cerca de la verdad.


Y salieron del coche tras ponerse aquel gorro de capuchino, que dejaba escondidas sus verdaderas identidades.



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Todo cambio requiere un sacrificio; por eso nos atrevimos en aquel momento a burlar la seguridad de aquel Hospital, sin prever las consecuencias que muy pronto llegarían.

Nos equivocamos de pleno al tomar esa decisión, porque lo que pasaría después sería lo más terrible que podría suceder.
El Hospital psiquiátrico de Neón estaba situado en la localidad de San Lúcar de Barrameda, en la provincia de Cádiz. Lo que antiguamente era una zona de talleres, almacenes y viviendas antiguas, más tarde se acabaría convirtiendo en unas hectáreas de edificios modernos donde se encontraba aquel edificio inteligente.

El doctor Lazariaga fundó ese hospital; en él llevaba las unidades de mujeres, pero su dedicación más especial era a la electroencefalografía de todo el centro, que también practicaba en su consulta particular. Tenia una muy buena formación tanto neurológica como psiquiátrica habiendo publicado, que yo recuerde, unos interesantes trabajos sobre meningoencefalitis. Él solito levantó ese centro con su esfuerzo.

Se trataba de un edificio inmenso casi escurialense. Un enorme cuadrado de pasillos y tránsitos anchísimos y altísimos de techo. Ventanas solamente en lo alto de forma que el exterior no era visible. A la mitad de uno de los lados la entrada principal. A la derecha todas las unidades de hombres y a la izquierda las de mujeres. En el lado enfrentado con la entrada una gran capilla, separada a su vez por mamparas de madera de unos tres metros de alto en zona izquierda de hombres y derecha de mujeres, accediendo cada grupo por su lado de forma que no se mezclaban ni se veían los dos grupos. Una de las creencias del hospital de Neón, es que la presencia del otro sexo alteraba enormemente la agresividad de los pacientes; por eso se decidió que estuvieran separados.

El plan ya estaba montado. Entraría primero Anna delante nuestra, y a continuación David y yo, como si no la conociéramos de nada. Dos guardias de seguridad hacían frente en la recepción. Resultaba prácticamente imposible pasar las puertas mecánicas que daban acceso al hospital. Aunque tuvieras contacto con la recepcionista, tendrías que pasar por la barrera de esas dos personas, de tal forma que evitaban intrusos, y trapicheos entre los pacientes.

Anna vestía una ropa informal; con una falda corta, y unas medias sospechosamente agujereadas, de tal forma que denotaban una imagen que no mostraba mucha confianza. En cambio, el papel que nos tocaba interpretar a nosotros, era el de unos ejecutivos trajeados, con corbata y maletín incluidos.

Anna caminó pasos por delante provocando que el sensor de movimiento abriera las puertas de cristal. Los guardias al verla entrar, se pusieron alerta.

- Señorita, ¿Dónde va?

- Anna: - mostrándose un poco más desequilibrada de lo normal – Hola agentes, vengo a ver a mi tía, tengo una cosa muy importante que decirle.

- Si tiene la tarjeta magnética enséñela en recepción para entrar, por favor.

- Anna: no me la he traído, pero es mi tía y quiero hablar con ella.

- Lo siento, sin tarjeta usted no puede pasar

De golpe Anna, dando un respingo inesperado que pilló a los guardias por sorpresa, salió corriendo por el ala este , a través de uno de los pasillos que daba a las habitaciones del personal de limpieza y cuyo acceso no estaba restringido. Corrió sujetando en lo alto un cartel que sacó del bolso y cuyo escrito rezaba “Libertad para los enfermos. La cura no está aquí.”. Los guardias tardaron cinco segundos en asimilarlo, antes de correr con todas sus fuerzas tras ella para detenerla; pero gracias a su espontaneidad, Anna iba algunos metros por delante de ellos, ganándoles ventaja, y sobre todo dejándonos la vía de acceso libre para pasar el acceso privado sin levantar la más mínima sorpresa.

Cristina aprovechó el momento en que los policías nos daban la espalda persiguiendo a Anna tras el pasillo, para salirse de la recepción, (su puesto de trabajo), y reunirse con nosotros.

- Cristina: ¡Deprisa! ¡No hay tiempo que perder!

Pasó su tarjeta personal como empleada del hospital por la ranura de identificación de las puertas inteligentes y pudimos adentrarnos en el vestíbulo central; con la máxima discreción ya que en cualquier momento podría pasar por ahí el personal del edificio.

Nos condujo a los ascensores y pasó de nuevo su tarjeta identificativa para que el ascensor nos condujera a la planta donde se encontraba Celia.

En la puerta del ascensor, Cristina se despedía hasta muy pronto de nosotros:

- Cristina: subid a la planta número ocho, tirad por el pasillo de la izquierda en dirección a la unidad de mujeres, y permaneced en el baño de minusválidos que encontraréis a vuestra derecha. Tened cuidado de no encontraros con Antonio Velázquez; ya tendría que haber bajado a cenar al restaurante del hospital, y estará allí media hora, ya que hemos dado la orden de que durante esa media hora vamos a estar cambiando de ropa y aseando a Celia. En cinco minutos tiene que llegar mi compañera a darme el relevo; en cuanto llegue, pasaré a buscaros por el baño para entrar en la habitación y sacar de allí a Celia.

Lo que no sabíamos mientras ascendíamos a la planta octava; era que nos cruzamos con Antonio Velázquez, que bajaba al restaurante en ese preciso momento por el ascensor de al lado.

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Sofía y Gustavo estaban a punto de descubrir lo que se escondía detrás de la secta “los hijos de Caín”. Lograron infiltrarse con mucho sigilo, con aquel atuendo tenebroso, que dejaba oculta su identidad. Cuando se adentraron en la iglesia de San Juan de Letrán, el panorama era fantasmagórico. Más de cien personas, todas vestidas con aquel traje oscuro ocultando su cara, estaban arrodillados en los palcos de la iglesia, orientados hacia el punto central de la misma. Todos aguardaban en silencio y tan sólo se oían murmullos en la estancia. Daba realmente miedo ver una escena de ese calibre; tanto a Gustavo como a Sofía se les hacía tremendamente extraño presenciar aquel acto.

Fueron caminando junto a los últimos participantes que faltaban por colocarse, y se arrodillaron en dos huecos vacíos que había en la segunda fila. De fondo, se escuchaba una música de órgano, que era igual o más terrorífica que aquella escena.

San Juan de Letrán, estaba decorado con grandes ventanales, en los que estaban impresos motivos religiosos; aunque el más grande de ellos, el que resaltaba, era una escena de Caín matando a Abel, como lo cuenta el pasaje de la Biblia.

Sofía y Gustavo permanecían atentos a todos los movimientos, y a lo que estaba a punto de ocurrir...

La música cambió y se volvió más fuerte. El silencio entre los asistentes era sepulcral. De un lateral del punto principal, (que parecía el escenario de aquel lugar), apareció una mujer vestida de blanco y con cofia. Lo único que mostraba eran sus ojos, pero no con dos agujeros como nuestro disfraz, sino con un cuadrado que dejaba entrever su entrecejo también. Se situó en el escenario, delante de los asistentes , se arrodilló en el suelo y cogió un bol grande de metal que estaba situado en el suelo desde que llegaron.

- Gustavo: ¿ Qué esta haciendo?

- Sofía: no lo se, pero cállate o nos descubrirán

Ellos no lo sabían; pero el sacrificio de sangre que estaban a punto de presenciar, se llamaba EBOY EYE, ofrenda de fuerza vital, y es algo que no es Satánico, ni nada que se le parezca, es algo que si estudias a fondo, verás que aparece en la Biblia. Era y es parte de la Antigua Tecnología Espiritual para ayudar en los casos que lo ameritan, pero los hebreos lo tomaron de las más antiguas tradiciones, como la Tradición Yoruba, que viene de 20,000 años atrás, cuando fue establecida por el Patriarca Baba Odúdùwá, aunque sus vestigios vienen de hace 50,000 años atrás.

Si vas a la Biblia, Levítico, allí encontraras las reglas de los Sacrificios que hacían antiguamente los Hebreos en el Templo. Esto con la destrucción del Templo cesó, pues ya no preparaban sacerdotes ,para realizar esta parte del ritual. Por eso ahora no lo hacen abiertamente los Judíos, no hay Kohanim (Sacerdotes) ni Templo para realizarlos, pero todavía ciertos Kabalistas Judíos hacen ciertos Rituales de Sacrificio, como en el día del Perdón de los Pecados; que coincidía justo con aquel día, en Jerez de la Frontera. Los Hijos de Caín, seguramente sería una de las pocas, por no decir “la única” que hacía esos sacrificios todavía en el siglo XXI.

El rabino, un hombre de unos 80 años, de mediana estatura y una larga barba blanca, salió desde detrás de la mesa de la sala principal, en dirección a la mujer, puesto que ella le daba la espalda, y rezó una oración en un extraño idioma. La sorpresa de Gustavo y Sofía ocurrió cuando escucharon repetir esa oración a todos los demás. Para ellos era tremendamente difícil seguirlos, por la complejidad del idioma:

"Zeh chalifosi, zeh t'murosi, zeh kaporosi; zeh hatarn'gol yelech l'misoh, va'ani elech l'chaim tovim arukim v'shalom”

Para los que lo entendían, traducido al castellano quería decir: "Este es mi intercambio, este es mi sustituto, esta es mi expiación, esta vida ira a la muerte, y yo iré a tener una larga vida de Paz".

Esto significaba que daban esto, a cambio de las fuerzas superiores, para que lo devolvieran en energía de vida, salud, bienestar.

Todavía tiene mucha más profundidad, en ciertas partes cerca de Israel. Durante la Segunda Guerra Mundial, ciertos viejos rabinos Kabalistas Judíos de Irak e Israel, hicieron sus rituales Kabalistas con animales, para evitar la invasión y la muerte que podría ocurrir con la invasión Alemana dirigida por el Mariscal Rommel. Este ritual lo hicieron desde un avión sobrevolando el área de Israel y vertiendo la sangre de montones de pasajeros por la compuerta de un avión Bombardero de la Fuerza Aérea Inglesa, y los alemanes no pudieron invadir esa área de Israel, por lo tanto falló la invasión de Rommel. Ellos hicieron un círculo de sangre, para evitar que la muerte y el derramamiento de sangre llegaran a ese área; eso fue por aquel entonces.

En los tiempos de ahora, lo que Gustavo y Sofía se esperaban era mucho peor. Del techo, proveniente de la cúpula de la iglesia, descendió una plataforma de metal, ligeramente inclinada hacia delante, y sujeta por cadenas. Gustavo y Sofía se horrorizaron cuando vieron que en la plataforma, tumbado encima de ella, estaba atado el cuerpo de una persona, pero no de un adulto no; ¡De un niño!. El tamaño era suficiente para que cupiera encima de él un niño de siete años, y, según fue bajando la plataforma justo encima de la mujer que sujetaba aquel recipiente, lo evidente empezaba a resultar aún más claro: ¡Pretendían asesinar a aquel niño y que la sangre cayera en el envase de esa mujer!

Gustavo y Sofía estaban asustados y nerviosos; no sabían que hacer. Todos los asistentes rezaban sin parar esa oración una y otra vez . Todo aquello parecía fruto de sus peores pesadillas. Lo que no lograban distinguir es la cara del niño, puesto que la plataforma estaba perpendicularmente respecto a ellos y lo único que podían ver era su coronilla, con media melena y pelo castaño. No había forma de saber si se trataba de Jonathan Velázquez.

La plataforma paró justo encima de la mujer, (que permanecía sin inmutarse arrodillada en el suelo). El rabino bordeó la plataforma, que le quedaba justo a la altura de su pecho, y extrajo un cuchillo de su sotana, dirigiéndolo hacia el niño, y gritando sin parar esa electrizante oración.

Era momento de actuar. Gustavo salió de la tercera fila y corrió apresurado hacia el centro de la sala.

- Gustavo: ¡Quieto! ¡Suelte ese cuchillo!

Gustavo apuntaba con una pistola directamente al Rabino. El espectáculo que sucedió a continuación era dantesco. La gente empezó a chillar, como si estuviera aterrorizada. Parece que no se daban cuenta de que el verdadero horror era lo que ellos estaban a punto de provocar. El Rabino, ante la amenaza de Gustavo, subió el cuchillo al aire sin saber que hacer.

- Gustavo: Suéltelo muy lentamente y no les haré daño.

- Sofía: - que ya se había situado a su lado, se dirigía al resto de los invitados – ¡Sois todos unos asesinos!, ¿ Cómo podéis permitir hacer esto a un niño inocente?

El rabino dejó caer el cuchillo al suelo.

- Rabino: ¿Qué diablos estáis haciendo?, ¿Cómo os atrevéis a interrumpir en un acto tan conmemorativo y especial como este?.

- Gustavo: No me haga sentir culpable. Aquí el único que está cometiendo un delito es usted. Suelte al niño, y hágalo ya, si no quiere que salga nadie herido de aquí.

- Sofía: ¡Hágale caso, y sin más trucos de satánicos!

- Rabino: Muy bien...

El Rabino desató aquel cuerpo, y lo levantó en sus brazos con una fuerza asombrosa; aunque más asombro se llevaron Gustavo y Sofía, cuando vieron que lo que aquel anciano sujetaba, no era más que un muñeco de trapo, cuyo cuello estaba forrado con una bolsa de sangre animal. El instinto de Gustavo, fue bajar el arma de golpe.

- Rabino: Espero que estéis contentos. Habéis retrasado todo el acto de hoy por una estupidez. No se como podíais pensar que íbamos a matar a un niño. Eso hace siglos que se dejó de hacer. Nadie de los que están hoy aquí es partidario de ninguna muerte. Toda la sangre que hay aquí es de gallinas; de nada más.

Gustavo se quedó mudo. No podían creérselo. Todo lo que habían perseguido, no era más que un montaje. No había ningún tipo de sacrificio en “Los hijos de Caín”.

- Sofía: - cuya expresión oscilaba entre la decepción y vergüenza – lo siento. No queriamos...

- Rabino: ¡Fuera de aquí! ¡Ya habéis molestado bastante!

Mientras Gustavo y Sofía abandonaban la iglesia sin sus gorros de capuchino. Tenían que soportar los abucheos e insultos por parte de aquellas personas. EL en cambio se mantenía callado; había reconocido a la novia de Antonio Velázquez de inmediato. Algo no marchaba bien, y EL tenía que hacer algo antes de que pasara algo peor. No tardó ni dos segundos en escribir un mensaje al móvil del padre de Jonathan y Celia.

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Aguantamos escondidos en aquel baño de minusválidos durante diez minutos. Gracias a Dios, habíamos conseguido llegar sin ser vistos por Antonio Velázquez. Unos minutos más que aprovechados; ya que lo que descubrí en el baño era algo que no me esperaba.

- Ricardo: Bien, ahora a esperar. Habrá que hacerlo bien

- David: si, tu te encargarás de sacar a Celia por la salida de emergencia
que te indicará Cristina, mientras ella y yo recogemos todas sus pertenencias.

Sin darme cuenta mi cara mostraba cierta antipatía. No me hacía ninguna gracia permanecer con David en un espacio de 2 metros cuadrados. Precisamente con aquella persona en la que más desconfiaba.

- David: ¿Qué pasa?

- Ricardo: Nada, que no entiendo tu actitud David. No se qué coño pasa entre César y tu. No lo entiendo; si antes erais tan amigos que...

Obviamente ocultaba las verdaderas razones de esa desconfianza; ya que mi verdadero motivo es la foto que encontré entre los papeles de mi padre, en las que la cara de David aparecía tachada.

- David: Verás Ricardo, hay una cosa que no te he contado. Algo en que nos equivocamos...

- Ricardo: ¿A que te refieres? ¿Os equivocasteis quienes?

- David: Anna y yo. Ella y yo mantuvimos una relación mientras que estábais juntos. Desde que las cosas contigo empezaron a ir mal, hasta el año pasado cuando sucedió lo de Celia.

Mi cara quedó desencajada. Anna me había traicionado mientras estuvo conmigo. Posteriormente David me contó, que César descubrió esa traición y en ese periodo fue cuando iniciaron su enfado. Desde entonces la relación entre ambos se torció. Sin embargo César, no le había delatado. Supongo que consideró que ya tenía suficiente con lo de mis padres, como para encima cargar sobre mis espaldas eso también. Mi ceño se terminó frunciendo del todo. Me sentía decepcionado, tanto por mi amigo David, como por Anna. Al ver que yo no decía nada, el reaccionó:

- David: Fue algo inevitable Ricardo. Lo siento mucho, pero prefería decírtelo antes de que hicieras más preguntas. Te juro que no lo hicimos a mala fe, y que no pensaba que fuera a molestarte tanto.

- Ricardo: Cuando esto acabe David, no quiero saber nada más de vosotros dos..

Mi tono en esa simple frase había aumentado de volumen apenas sin darme cuenta. En esos momentos llegó Cristina.

- Cristina: Vamos, tenemos el tiempo justo para sacar a Celia. Ya está todo preparado.

Salimos el baño y nos dirigimos al fondo del pasillo seguidos por Cristina. A la derecha se encontraba la habitación 204; donde se encontraba Celia. Pasó la tarjeta por la ranura identificadora y entramos en su interior...

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Gustavo y Sofía habían metido la pata hasta el fondo. Fueron siguiendo la pista que dejó aquella misteriosa fuente en boca de Rodolfo Pastaso, y les condujo a un callejón sin salida. Después de 20 minutos desde lo que ocurrió, en una calle pequeña de Jerez de la Frontera a la salida de San Juan de Letrán, fue donde permanecían tras haber salido expulsados de aquel acontecimiento. Había empezado a llover a golpe y porrazo, y seguramente, además de haber arruinado la procesión, se cancelaría por la lluvia.

- Sofía: no puedo creérmelo, parecía tan evidente...

- Gustavo: Era un acto simbólico. No pretendían matar a nadie. Ahora lo entiendo todo; fue un montaje. Seguro que ni siquiera está el nombre de Antonio Velázquez entre los miembros de Los Hijos de Caín. No se como hemos podido ser tan tontos.

- Sofía: Todo era un señuelo para conseguir distraernos. Seguro que el papel de Rodolfo Pastaso era contar una mentira para llevar a Alfonso Mairén por otro sitio. ¿ Pero por qué?

- Gustavo: Creo que es muy simple, Sofía. La fuente que nos contrató es la responsable de la muerte de Rodolfo y de los padres de Ricardo; estoy seguro de que ha sido el mismo Antonio Velázquez quién está detrás de todo esto. Es algo con lo que mi jefe y yo ya habíamos contado

- Sofía: ¿ Tu jefe ?, ¿te refieres a tu jefe actual de Hypnos?. ¿Por qué coño no me has contado que había alguien más en todo esto?

- Gustavo: El prefirió actuar por detrás, desde el anonimato. Debíamos descubrir lo que estaba pasando. Es algo que a él le afectaba muy a nivel personal. Es algo que no te he contado todavía; pero tu a él le conoces.

- Sofía: ¿Qué le conozco? ¿Quién diablos es?

En esos momentos no pudieron seguir la conversación. La lluvia había empezado a caer con una fuerza sublime. Toda la multitud de Los Hijos de Caín habían entrado en la calle a toda prisa huyendo de la lluvia. Sofía ya no veía a Gustavo. Solo veía cuerpos de penitentes sin rostro, que parecían mirarla fijamente mientras les esquivaban en mitad de esa pequeña calle. Sentía una gran vergüenza , mezclada con un terrible terror. Era una angustia ver a esos capuchinos negros cruzándose a toda velocidad con ella. Parecía que fueran a atacarla. De repente Sofía se quedó helada. Una de esas sombras parecía acercarse a Sofía mucho más que las demás, juzgándola con sus diminutos y oscuros ojos. En ese último instante, Sofía sintió un escalofrío...

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Parecía que esa iba a ser una cena muy tranquila. Unas velitas, un elegante mantel, una suculenta cena y una tranquilidad relajante. A Antonio Velázquez no le gustaban los típicos restaurantes donde el bullicio era insoportable. Prefería sitios más tranquilos, y no había nada más calmado que el restaurante de un hospital privado. Desgraciadamente para Antonio Velázquez, la calma se terminó cuando escuchó el sonido de su móvil. Pensaba que se trataba de Sofía, contestando su mensaje de vuelta; pero cuando descubrió que no conocía el remitente, se empezó a poner nervioso:

“Esta noche está planificada una misión para sacar a Celia del Hospital”

Antonio Velázquez no tuvo tiempo de reaccionar disimuladamente. Cuando el camarero estaba sirviéndole una copa de rioja, se levantó de golpe empujando al empleado y salió apresuradamente del restaurante, ante la alarmante mirada de los comensales.

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La mirada de Celia continuaba perdida cuando sus amigos entraron a la habitación. Su necesidad de hablar y contar todo era insufrible, pero la parálisis física y psíquica, que le había consumido gracias a los fármacos que le suministraba su padre y a la conmoción que le causo presenciar lo que vio aquel día; hacían que Celia no pudiera salir de su aislamiento. Ella vio entrar por la puerta a sus tres amigos Ricardo, David y Cristina. “Pobre Ricardo”, pensó; no se daba cuenta de dónde se estaba metiendo y de hasta que punto se vería perjudicado.

- Cristina: Bien chicos, voy a recoger las cosas que hay en la terraza de la habitación. Tú Ricardo, sacarás a Celia por la rampa de la salida de emergencia que hay al final del pasillo. David, tu recogerás todo lo que hay en su cuarto, ¿ok?

Pensé que no íbamos a tener tiempo suficiente. Me acerqué a Celia, la cogí en brazos y la coloqué en la silla de ruedas. Quité el freno de emergencia y empecé a empujar de la silla, dirigiéndole hacia la salida.

- David: Ven te ayudaré con eso.

David empezó a empujar la silla conmigo, ya que el suelo de aquel hospital no estaba apropiadamente preparado para salir corriendo con alguien en una silla de ruedas. Cristina estaba en la terraza recogiendo las cosas que el padre había dejado allí, era un albornoz y algo de ropa que había colgado su padre para airearla y un albornoz. Lo que yo no sabía en ese momento, es que mientras estábamos saliendo de la habitación arrastrando a Celia; a Cristina mientras recogía las cosas se le había caído la tarjeta de seguridad justo debajo del balcón, en un peldaño que servía como salida de escape en caso de inundación. Cristina desesperada, había saltado la valla del balcón, para poder llegar al peldaño donde había quedado depositada la tarjeta. Procuró no mirar abajo, ya que si daba un paso en falso, tenía ocho pisos bajo si misma, para caer y no terminar de muy buena manera.

Cuando estábamos ya en el pasillo con Celia, escuchamos abrirse la puerta del ascensor en esa planta y nos quedamos de piedra cuando vimos salir de él a Antonio Velázquez, con su cara desencajada por la furia y corriendo directamente hacia nosotros.

- Antonio Velázquez: ¡Hijos de puta! ¡Dejad a mi hija!

- David: ¡Corre Ricardo! ¡ Ve a la salida de emergencia y sácala de aquí! ¡Yo lo detendré! ¡Deprisa!

Me quedé sin palabras y mi única reacción fue la apropiada. Empujé de Celia con todas mis fuerzas desapareciendo y dejando atrás la habitación. Mi tranquilidad vino más tarde cuando me dí cuenta de que ya no corría peligro.

Antonio Velázquez estaba fuera de si, nada más llegar pegó un puñetazo a David en la cara. Él supo reaccionar y se metió a toda prisa dentro de la habitación.

- Antonio: Tendrías que ser tú quien estaba detrás de todo esto. ¡Voy a matarte maldito hijo de puta!

Antonio entró en la habitación siguiendo a David, que se encontraba aterrorizado. Al entrar, dio un portazo a la puerta del balcón, lo que provocó que Cristina se resbalara justo cuando iba a coger la tarjeta de seguridad. Cristina había perdido totalmente el equilibrio sobre aquella inestable plataforma y ahora únicamente se encontraba sujeta a uno de los barrotes de la valla, con ocho pisos de altura esperándole bajo sus pies. Antonio Velázquez parecía poseído por el mismísimo diablo, empujó a David y este cayó al suelo, empezó a apretar su cuello con una presión que parecía la mismísima bestia del infierno. Desafortunadamente para David, Antonio Velázquez únicamente dejó de apretar su cuello cuando él dejó de respirar.

¡ALTO! ¡POLICIA!

Cristina no podía aguantar sujeta con su mano por más tiempo en aquél barrote. Sabía que estaba a punto de morir si no conseguía hacer algo. Fue justamente en el momento que iba a soltar su mano precipitándose al vacío, cuando escuchó aquellos disparos.

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Sofía estaba aterrorizada; había sentido tan cerca la respiración de los Hijos de Caín que se quedó petrificada. Vio alejarse por aquella calle estrecha a todas esas terroríficas sombras y al volver la mirada hacia delante, vio a unos pasos más arriba, a Gustavo de pie.

- Sofía: Vaya miedo, ¿eh? , anda vayámonos de aquí, que por hoy hemos tenido suficiente.

Gustavo ni tan siquiera se movió. Continuaba de pie , dando la espalda a Sofía, como si fuera un mimo de calle.

- Sofía: Gustavo... ¿A qué estás esperando?

Todo pasó muy rápido. Gustavo se desplomó en el suelo y Sofía se acercó desesperada hacia él , cuando descubrió que tenía una herida de arma de fuego en el pecho. Sofía lloraba desconsoladamente arrodillada en medio de la calle, cubierta de sangre y con el cuerpo de Gustavo desangrándose. La ambulancia tardó algún tiempo en venir.


Hay muchas clases de juramentos. Algunos de origen político, otros de origen religioso, y otros de tipo sentimental. Hay juramentos que podemos llegar a cumplir, y otros que nos tocará esperar hasta la eternidad para verlos satisfechos. Gustavo se había jurado así mismo llegar hasta el fondo de la cuestión para descubrir por qué habían matado a su compañero Rodolfo Pastaso. Lo que no se esperaba, es que su cuerpo no fuera a llegar con vida al hospital, ya que su tiempo se le había acabado.

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